Bassett by Stella Gibbons

Bassett by Stella Gibbons

autor:Stella Gibbons [Gibbons, Stella]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Humor
editor: ePubLibre
publicado: 1933-01-01T00:00:00+00:00


CAPÍTULO 15

EL MARTES POR LA MAÑANA, George invitó a Queenie al concierto y ella, entre atónita y avergonzada, aceptó sin pensar (si se hubiera parado a hacerlo, seguramente habría dicho que no). George la agasajó con un «¡Estupendo!» y le dedicó una bonita sonrisa, que, por una vez, parecía tan tímida como la de la propia joven.

—¿Te parece que vaya a buscarte a casa de tu familia sobre las seis y media?

—Oh… no… Creo que sería mejor que nos viéramos en el centro.

—¿En la parada de metro de Oxford Circus? Está cerca de la tienda y así no te haré esperar, te lo prometo.

En eso quedaron y George se marchó, pero no con su particular sonrisa de triunfo como habría hecho hacía apenas un mes.

«¡Ay, madre mía! ¡Qué horror! ¡Tendría que haber dicho que no!». Durante toda la mañana, que pasó arreglando las plantas con la señora Shelling, Queenie sólo pudo pensar en los miles de inconvenientes que acarreaba aquella decisión.

Tendría que mentir a sus padres, algo que contravenía su deseo de que las cosas se hicieran «con decencia y orden», y decirles que le habían dejado salir con la condición de que volviera pronto. Sin duda, también supondría engañar a la señora Shelling, lo cual quebrantaba su sentido de lo correcto en las relaciones entre jefa y empleada (a menos que la señora Shelling supiera lo que pasaba, pues Queenie tenía la peculiar convicción de que su patrona estaba al tanto de todo lo que sucedía en la casa, desde la despensa hasta el garaje). Y, para colmo, casi seguro que él intentaba besarla otra vez… El mero pensamiento le provocó tal nerviosismo que tuvo que hacer un gran esfuerzo por apartarlo de su mente y concentrarse en el pulgón.

Sin embargo, para el jueves, casi todos sus nervios habían desaparecido y volvía a ser presa de una alegría burlona que se vio realzada por el bonito sitio adonde George la llevó a cenar, uno de los restaurantes italianos más caros del Soho, decorado con alegres lámparas rosadas, espejos y tejidos de felpa en tenues dorados y burdeos. Todas las ventanas estaban abiertas, permitiendo que entrara la brisa de la noche estival, el murmullo amortiguado del tráfico, el olor a polvo y a piedra recalentada; y daba la sensación de que todos los londinenses se dirigían en taxi a alguna fiesta, más allá de las cestas de flores marchitas que adornaban las esquinas de las calles.

George no dejó que comiera mucho durante la cena.

—No podrás apreciar a Beethoven con el estómago lleno.

—Tampoco si tengo hambre. ¡Quiero un dulce!

—El que invita soy yo y te digo que no.

Ella sacó con timidez su pequeño monedero, visiblemente lleno, para su satisfacción.

—Yo también tengo dinero.

—No me importaría que pagases… Ese tipo de cosas no me molestan… Que las mujeres se paguen lo suyo, digo: no suelo comportarme como la mayoría de los hombres. Tampoco soy celoso.

—Puede que no te hayan dado motivos —apuntó maliciosamente Queenie.

—No muchos, es cierto, pero cuando me los han dado tampoco lo he sido.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.